miércoles, 18 de julio de 2012

Tal vez

Primero llega el golpe, las sílabas de sus palabras van dándote una a una en la cara. Luego viene ese pequeño instante de parálisis en el que tu cuerpo se llena de rabia y justo cuando vas a expulsar una diarrea de palabras mezquinas, malsonantes y con las que no estás de acuerdo, te das cuenta de que ya no te quedan fuerzas, le das la espalda y te marchas escondiendo el rostro para ocultar las inoportunas lágrimas.

Coges el coche y huyes lo más lejos posible de ese ambiente hostil en el que se ha convertido tu refugio, mientras conduces las lágrimas dan paso a la serenidad. Serenidad, regalo de la Soledad, esa droga que siempre consigue domar tu ira y aplacar tu llanto.

Tal vez algunas personas nacen para estar solas y de vez en cuando necesitan un minuto de compañía, tal vez yo sea una de ellas o, incluso, tal vez sólo sea una etapa de autismo.

En cualquier caso, la que no se marcha es la confusión.